martes, 11 de enero de 2011

aún por determinar

Ella lo sabía. En realidad lo supo nada más cruzar su mirada con la de él. Pero también comprendió que no podrían evitarlo. Dolería, aunque sería lo más bonito que podrían vivir.

Era una tarde soleada, como muchas otras. Se respiraba en el aire el comienzo de la primavera, la llegada del buen tiempo. Los días comenzarían a alargar sus horas, las noches serían un poco menos oscuras, y el jardín de palacio resplandecía como nunca. Pero había una sonrisa que ni el más soleado día conseguía iluminar.
Elizabeth paseaba por los jardines, seguida muy de cerca de su dama de compañía, quien la miraba con una pregunta muda pintada en sus cansados ojos pardos. Hacía días que veía a su señora melancólica, ausente, más pensativa de lo habitual. No se atrevía a preguntar, por miedo a ser indecorosa, pero Elizabeth paró su paseo y se giró hacia ella:
-        Dime Ebony, ¿Es justo que yo sea el pago de las alianzas de mi padre?
-        Señora… yo… -Ebony la miraba entristecida, ¿Acaso podía alguien como ella opinar sobre algo así?-, si su padre así lo desea, debe cumplir con ello. Es su deber como princesa.
-        ¡Estoy tan cansada del deber! ¿Y mis deseos?
-        Os están vedados, no son para vos. Naciste con la sangre azul, y las personas de sangre azul no desean.
Elizabeth reprimió una lágrima y sonrió a Ebony. Luego dio media vuelta y entró en palacio. No podía soportar la idea de cuál era su futuro, elegido por otros, ni siquiera su presente y odiaba su pasado, por haber nacido en aquel palacio, condenándola a pertenecer a un linaje de reyes. Pero sabía que es lo que tenía que hacer, que su opinión no servía de nada. Por ser hija, por ser mujer. Cómo odiaba eso. ¿Acaso las mujeres no sentían, no pensaban, igual que los hombres? ¿Por qué entonces se las daba un trato inferior, distinto?


                                                                                                                       ...continuará.

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